jueves, 6 de julio de 2017

Lloyd´s de Londres



Loyd´s de Londres

El seguro de transporte tal y como lo conocemos hoy en día tiene sus orígenes directos en una sencilla taberna de los muelles de Londres del siglo XVII, la Lloyd’s Coffee House. Como ya sabemos, en esa época Inglaterra empezaba a señorear en los mares de todo el globo, un dominio que consolidaría años después al derrotar a las escuadras de Francia y España en la batalla naval de Trafalgar.
La taberna era propiedad de Edward Lloyd y a ella acudían comerciantes, capitanes de barco, etc. Allí se reunían para comentar los incidentes de los viajes, negociar los fletes y contratar seguros marítimos, que asumían individuos a título personal. Estas personas suscribían el coste de aparejar y fletar un barco. Si naufragaba o no regresaba, perdían lo que habían suscrito. Pero si volvía, participaban en los beneficios en proporción a su aportación, y podían llegar a ganar grandes sumas
Con el paso del tiempo, las transacciones en la Lloyd’s Coffee House dieron origen a la actual firma Lloyd's, que es la mayor corporación del mundo dedicada a la contratación de todo tipo de seguros. La compañía fue reconocida por el Parlamento inglés en 1871.
Aquellos primeros suscriptores dieron paso a los actuales Underwriting Members, que son los únicos profesionales autorizados a suscribir seguros por su cuenta y riesgo. Hoy en día, estos profesionales se agrupan en poderosos sindicatos que se rigen por unas rigurosas normas y depositan elevadas garantías económicas en un fondo especial.
Sin embargo, algunas cosas no han cambiado. En la taberna del señor Lloyd era costumbre avisar con 2 toques de campana cuando llegaban buenas noticias, y con un toque cuando las noticias eran malas. La tradición se mantiene actualmente, si bien la campana ya sólo suena en caso de una gran catástrofe. La campana actual se llama ‘Lutiene’ y perteneció a un barco que naufragó en 1799 con un cargamento de oro asegurado por Lloyd's, del que posteriormente se recuperó una parte… y la campana.

Para formalizar esta suscripción de un riesgo circulaba un documento en el cual cada suscriptor o asegurador anotaba el porcentaje o proporción máxima del riesgo total que él estaba dispuesto a asumir.

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